Se ha retirado. Ha dejado de correr cada mañana por las carreteras con su furgoneta llena de barras, panes y tortas, de tomarse el café fuerte en el primer bar en el que descargaba el saco.
Ha dejado de escuchar todos los programas nocturnos en la radio, de dormir a ratos, de saber a qué hora apagan la luz los vecinos de la casa de enfrente, de salir a saludar a los gatos callejeros mientras la masa fermenta.
Se ha ido a casa después de regalarle a su hijo su mejor legado: el secreto del trabajo sencillo y sosegado, la dureza de las manos tocando la masa por primera vez para hacerla suya y la delicadeza de los dedos acariciándola mientras se airea, hasta convertirla en algo tan suave como la piel de un bebé.
El romance continuo con el fuego, avivándolo cuando es necesario y manteniendo el rescoldo cuando no queda nada.
Y, aunque ya no está en activo, no puede evitar volver cada noche, entrar despacio en el obrador y respirar profundo para sentir ese olor tan especial que le remueve las entrañas.
Mientras su hijo trabaja, se sienta en el banco de madera y acaricia la pala, separa un poco de la masa indultándola de la máquina y la moldea despacio, acunándola.
El sueño la llama pero ella le roba minutos esperando ese momento único que llega con el alba.
Mientras su hijo trabaja, se sienta en el banco de madera y acaricia la pala, separa un poco de la masa indultándola de la máquina y la moldea despacio, acunándola.
El sueño la llama pero ella le roba minutos esperando ese momento único que llega con el alba.
Huele a pan recién hecho, a tradición y futuro. Huele a nostalgia.
Con tu permiso la imprimo para enseñársela a alguien muy especial, es increíble como describes lo cotidiano
ResponderEliminarGracias Marimar y, si por favor, imprimelo!. Espero que le guste a esa persona especial ;)
EliminarA pan recién hecho y a tradición, a continuidad. Que suerte poder ver quien hace tu trabajo, y que sea tu hijo, que siga con lo que le has enseñado. Algunas veces la vida es maravillosa, las otras es mejor.
ResponderEliminarSi, ojalá sean muchos los que continúen los oficios de sus padres!
Eliminarabrazos Ester
Que buen olor desprende este post! Buen fin de semana.
ResponderEliminarGracias Manuela, me alegro de que haya llegado el olorcito hasta tu casa :-))
EliminarUn precioso homenaje para un trabajo que casi nadie reparamos en él.
ResponderEliminarSi, y así nos va ... haciendo subir la producción de pan prefabricado malo, malísimo.
EliminarHabría que hacer campaña para reivindicar estos oficios buenos para todos :)
El pan de cada día. labrando un posible futuro que tendrá continuidad en su hijo. Fomentemos y cuidemos la tienda de barrio para que esto pueda seguir sucediendo. Oler a tradición, a vecinos, a los tuyos.
ResponderEliminarBesos.
Oler a tradición y a vecinos. Siiiii!
EliminarComo me gusta este post..(mi padre era panadero)un beso
ResponderEliminarMe alegro Arantxa.
EliminarEs una profesión sacrificada pero muy bonita!
He llegado a sentir el olor del obrador, del pan recién hecho, de la harina, Y es que la vida cotidiana es... la vida real.
ResponderEliminarY es tan bueno ese olor. Si, solo tenemos que hacer que la vida real nos parezca especial...
Eliminarlos que vivimos un oficio de este tipo entendemos que la vida es así... y debe ser. Precioso post, gracias
ResponderEliminarGracias a ti por el comentario Ivan :-)
Eliminarpreciosas palabras y reales como la vida misma, para un trabajo tan duro como el panadero.
ResponderEliminarbesos