el es alto y grande, ella es menuda y pequeña
(todo lo pequeño que se puede ser cuando solo se tienen siete años)
salen juntos al pequeño escenario,
él coloca las partituras y la coloca a ella
ella solo le mira
afinan los instrumentos y la música suena
se hace el silencio y todos los presentes vuelan
y, cuando acaba la pieza,
mientras los aplausos suenan
la hija del violinista mira a su padre
los ojos grandes y la mirada llena
un momento de dulzura
una preciosa imagen
mientras despacio se alejan
la hija del violinista y el padre que la contempla
Que bonitoooooo
ResponderEliminarSaludos
Que escena tan linda nos describes hoy.
ResponderEliminarEs un gusto leerte.
Ana, hasta el alma. Vamos, que yo estaba allí y ahora lo veo más a través de tus ojos y tus palabras que como lo vi yo. Un beso. Marta
ResponderEliminarCuando la sensibilidad sale hasta por los poros de la piel, es facir ver lo que tu "ves" e, incluso, ver lo que no se ve, los sentimientos.
ResponderEliminarLo dificil es plasmarlo, trasmitirlo y hacer sentir.
Tu lo haces.
Gracias
EL BATALLADOR
Que bonito Ana. La sensibilidad con la que siempre nos cuentas las historias me encanta. Si hubiese más personas que leyesen este blog, mejor iría este mundo.
ResponderEliminarUn beszo
La sensibilidad esta en todo lo que nos rodea, hay que saber buscarla, encontrarla, verla ... y un buen atajo para mirarla : mateo y la luna.
ResponderEliminarBellísima y entrañable complicidad entre padre e hija. Lo has descrito con un encanto increíble.
ResponderEliminarUn saludo entre corcheas.